CUENTO NAVIDEÑO





Este cuento está dedicado a todas las personas que cuidan de un ser “especial” y dedican su preciado tiempo en ello.

EL REGALO DE FATO

La hermana mayor y única de mi padre, es la tía Teresita que siempre ha vivido con nosotros.
Mi mamá me contó que la trajo a casa, después de que la abuela Dolores muriese de pena. Fue cuando el abuelo descubrió que la tía iba a ser una niña para siempre y el “canalla” (que no se que significa), los abandonó. Ocurrió hace... por lo menos... cuando los dinosaurios; y desde entonces está en casa.
Ella vivía antes en otro sitio; creo que debía ser muy feo, porque no le gustaba nada. A mi me ha contado que algunos niños dormían a su lado en la habitación, y que a veces lloraban por las noches porque querían marcharse, pero las monjas no los dejaban. ¡Que idiotas!
Cuando papá y mamá se casaron la sacaron de allí; después, nací yo y para mí es mi tía favorita.
Estamos en navidades, y como cada año, tía Teresita, busca un pañuelo, le ata tres esquinas con un nudo y grita muy fuerte, al “San Cucufato”:
-San Cucufato, San Cucufato, los huevos te ato, si mi... (Aquí lo dice tan bajito que nunca me entero) aparece, te desato, y si no te quedas tres meses ahí.
Yo todavía no entiendo porqué lo hace. Mi padre dice que es una manía que traía de las hermanas del centro. La verdad es que nunca encuentra lo que busca, y mi madre tiene que limpiar, los tres meses siguientes el suelo, con mucho cuidado. Si ella ve algún día que no está su pañuelo... no veas como se pone.
Esta fiesta lo ha colocado junto al mueble del salón, para que no se le olvide desatarlo.
También tengo una hermana, Felisa, es mucho más mayor que yo, está en la universidad, que es el colegio más grande de Córdoba. Allí se pone una bata de medico y juega con ratoncitos, otros días se pone a ver películas de médicos. ¡Que guai!
Yo de mayor, también quiero ir a esa escuela, porque en la mía solo nos dejan jugar cuando salimos al patio, o cuando es el “Día del Maestro”.
Como Felisa está de vacaciones, pasará las fiestas con nosotros. A mí no me gusta mucho, porque aunque es mi única hermana y me regala muchas cosas, ella siempre se está peleando con mamá. Dice que por culpa de la tía, pero yo no la creo, porque la pobre no se mete en nada. Simplemente porque entramos en su cuarto y nos ponemos su maquillaje y su ropa chula, se pone echa una furia. ¡No es justo! Es mala con nosotros.
-¡Deja a tu hermano en paz, no ves que es “algo especial”!-
-¡Estoy harta mamá, estoy cansada de oír lo especiales que son!-
Mamá siempre nos defiende y papá nunca protesta, “mamá dice que es un santo”.Yo le he buscado el arito, como al niño Jesús del portal, pero nunca se lo he visto. Un día le pregunté a ella y se rió tanto, que ahora se lo cuenta a todas sus amigas. Yo no le veo ninguna gracia. Deben de ser cosas de los mayores, creo que están locos.
El otro día fuimos al súper nuevo. Es mega grande, tiene un montón de plantas y tropecientas tiendas. Casi veo a los reyes magos. Felisa dijo que se habrían ido al bar, o al servicio porque los asientos estaban vacíos y la cola de niños llegaba al ascensor. Mamá la mandó callar rápidamente, para que la tía no llorase. Yo ya no lo hago, ahora soy mayor.
Aunque mi hermana y mamá discutieron, creo que ganó la mayor, pues tuvimos que guardar la carta en el bolso, para otro día.
Después compramos el pavo y llenamos un carro con chuches de chocolates y turrones, que la hermana de papá, y yo (a escondidas), echábamos… Me parece que papá nos veía de reojo, solo que no dijo nada.
Si no hubiese estado la tía, creo que no hubiese traído ni un solo mazapán ¡Qué suerte, que viva con nosotros!, yo la quiero mogollón, aunque un poquito menos que a papá y a mamá; pero eso sí, más que a Felisa, seguro.
Mi hermana es una caprichosa. Esa tarde, un señor muy mal vestido (que creo que apestaba) se encontraba tirado en el suelo con un cartel. Cuando pregunté lo que ponía me dijo que se trataba de un pobre hombre que estaba solo, sin familia y sin dinero para comer. Entonces cogí una de las chuches del carro y se la dí. El hombre me miró raro, pero me sonrió y me dio las gracias. ¡Que pena que no me fijase!, porque era una de las que yo había elegido, y la tía, no se dio cuenta de nada porque estaba atontada, mirando las luces.
Felisa también le echó dinero y volvió a discutir con mamá (creo que lo quería traer a casa). ¡Está loca de la azotea!
Mañana volveremos. Papá dice que no podemos tener una nochebuena sin árbol, así que lo compraremos aunque sea artificial (debe de ser uno muy alto para que llegue al espacio).
Esta noche creo que no he dormido. Solo el pensar, que tengo que cantar delante de tanta gente, me ha echo dar millones de vueltas en la cama.
Al principio me hacía ilusión, como a mi mejor amiga Imma que toca la zambomba. Pero ahora, me da miedo. ¿Y si me equivoco?, ¡Que vergüenza!
Ya es nochebuena, mamá está preparando tanta cena que creerá que vendrá toda la banda a casa. Ya le he dicho que no cuente ni con Miguel ni con Imma, pues seguro que se marchan a su pueblo. Pero creo que no me oye, porque ella sigue cocinando y cocinando...
Después tendremos comida para un montonazo de días, igual que siempre.
Papá ha traído el solo, el árbol, y Felisa se ha enfadado bastante. Dice que quería volver a ver al señor que se quedó con mi golosina.
Continua igualita que ayer, todo la mañana rogando a mamá que haga una buena acción, y mamá, diciéndole, que está chalada.
Sigo nervioso, creo que ahora aún más, después de que todos me vean con estas pintas tan raras, llevar un uniforme no es tan divertido como creía. A mi me gustan más los trajes de las chicas, ellas se pueden poner botas altas y faldas. Nosotros tenemos que llevar corbata y zapatos de punta ¡Que rollo!
Nuestro salón ha quedado muy chulo, el árbol se enciende y apaga solo, aunque tiene una melodía mazo pesada y cursi. Mamá también ha sacado la vajilla de la fiesta y la mesa está tope bonita.
Ahora nos tenemos que marchar a la misa del gallo (no se porqué la llaman así, si allí nunca hay ninguno), espero cantar bien fuerte como me pide siempre Don José “el cura”. Yo sé que las niñas me tienen envidia, porque el párroco siempre me está diciendo, que tengo la voz muy fina para ser un chico.
Mamá cree que no la he visto, pero cuando la he mirado de reojo, tenía lágrimas en los ojos. A papá se le veía orgulloso, igual que al de Imma, que se ha sentado a su lado.
Uh, ya ha pasado todo... Menos mal que pude pellizcar al “cenutrios” de José Antonio que intentó pegar a los palos cuando no le tocaba. Al final todo ha salido bien. Bueno todo, menos la escenita de mi hermana.
Ya está empeñada, otra vez, en traerse a casa al mendigo ¡Qué hombre!, está en todos lados.
-Papá, por favor, tengamos un poco de caridad... Hazme al menos caso por una sola vez.- La niña, le pone ojitos a mi padre y se sale con la suya.
Por mucho que mamá luche, ella, con esa carita de buena, siempre gana.
A tía Teresita, también ha debido de hipnotizarla, o algo por el estilo, porque corriendo se ha agarrado al tío sucio ese, y no hay quién la suelte. ¡Y anda que no huele mal, el pobre!
Ahora vamos mucho más apretujados en el coche.
¿Para qué habrá dicho que sí el guarro este? Y mira que yo he protestado porque no teníamos sitio.
A mí nunca me hacen caso.
-Si quiere darse un baño, le puedo dejar ropa limpia- le ha dicho mi padre. -También le daré una cuchilla para que se afeite-
-No quisiera molestar más, yo con un poco de sopa me conformo-
-No se preocupe, además, creo que estaríamos todos más cómodos, si lo hace. Esta noche nos tiene que acompañar a la mesa-
¡Qué asco!, yo no me pienso lavar después allí… Bueno al menos va a comer limpio y bien vestido.
-¡Mamá, mamá! ¿Has visto lo que está haciendo la tía, ha debido de encontrar lo que buscaba?-
-Gracias “fato”, gracias “fato”, los huevos te desato… por que me has traído mi regalo-
¡Anda! Está quitando los tres nudos.
Mi madre le pregunta si ha encontrado por fin lo que buscaba, y señala al cuarto de baño.
-Papá, es papá-
¡Que cara de bobalicona!
-Ese no es tu papa, tonta- le dice Felisa
-¡Es papá!-
¡Jolines!, contesta tan conforme que hasta yo me lo estoy creyendo.
-¡Que sí, que es papá!-
Se ha ido corriendo al cuarto, seguro que se ha enfadado. ¡Ah, no!, viene con una foto vieja.
-¿Lo ves?-
En la postal vieja se ve un bebe con un hombre ¡Anda! Si es igualito.
No estaba sucio ni nada el viejo, parece otro cuando se ha bañado.
Ahora papá está más callado que nunca, ¿qué pasa? Se la está mostrando a mamá. Pobrecita mi tía…no está bien, yo me doy cuenta aunque no les digo nada.
-¿Lo ves?, es papá-
Ya ha vuelto a pegarse al pobre señor.
-Carmen creo que está en lo cierto. Mira la fotografía-
Después de charlar mucho y de contar cosas que han pasado hace siglos, papá le ha dada un apretón al “extraño”.
Esta nochebuena, gracias a la tía Teresita, hemos encontrado y conocido al abuelo. Papá era un bebé cuando se marchó y no lo conocía. Luego se fue con la familia de acogida y lo separaron de tía Teresita. A ella la llevaron a ese sitio feo. Parece que nunca se olvidó de su papá. ¡Pues claro!... Como haría yo.
Cuando se lo cuente a mis amigos, Imma y Miguel Ángel, se van a morir de la envidia. Tanto presumir, tanto presumir, que se iban al pueblo con su abuela. ¡Ja, pues yo ya tengo dos abuelos! Y uno es nuevecito.
Parece muy cariñoso, enseguida me ha abrazado y me ha besado. También le he tenido que achuchar. La verdad es que me ha dado pena verlo llorar y pedirle perdón a mi padre. No se creía que estaba con sus hijos.
¡Ahora, por fin, tengo una gran familia.!
Tía Teresita está más feliz que nunca, se ha agarrado a su cuello y no lo suelta. Parece que tiene miedo de perderlo otra vez. Aunque él jura que no la dejará jamás. Se le ve tan arrepentido.
Creo que al final será la mejor nochebuena que hemos pasado. Y todo gracias a mi hermanita y al “rezo de tía Teresita”.

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