LA VECINA DIFUNTA


Supe que esa noche había fallecido una amiga nuestra que vivía en el piso de abajo porque antes de que sonara el despertador se me apareció su espectro.
-Oye, que me he muerto – dijo, como si no acabara de creérselo.
Me quedé petrificada. El halo de luz que rodeaba su figura blanquecina, me erizó hasta el último de mis pelos. Y es que Paqui, era así hasta difunta, despreocupada como si en vez de haber perdido la vida, se hubiese desprendido de alguna prenda vieja.
Ante mi cara de pasmada, volvió a mirarme fijamente mientras me gritaba:
-Te has enterado bien, que he visto mi cuerpo hay abajo, y estoy más tiesa que una tiza.-
Entonces reaccioné, recordando mi trifulca con ella el día anterior (le tocaba limpiar la escalera, y como siempre quería que se la hiciese yo, “la tonta de turno”).
-¡Pues no! - le dije... - La limpias tú o contratas a alguien para que lo haga ¡fresca que eres una fresca!-
-¿Fresca yo? Con todo lo que he hecho por ti… pues sabes lo que te digo, que no me haces falta y que te vayas al infierno.- y cerró la puerta dándome un portazo en mis narices. ¡Como me dolieron sus palabras!
-¡Oye Pepi!- volvió a gritarme sacándome de mi trance.
-¿Qué hago?, ¿A dónde voy ahora?- me dijo la muy descarada.
Te juro que aquellas palabras salieron de mí como un vómito que te arde por dentro.
-¿Qué, que es lo que haces?, ¡Pues ahora, te vas al infierno!-le contesté retorciéndole mis morros y burlándome de ella.
Aquello, debió de cincharla, porque me clavó otra de sus miradas inquisidoras, se esfumó, y hasta el día de hoy.

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