COSAS DE LA EDAD


Julián no podía creerlo, cómo una joven, hermosa y coqueta se había fijado en él (contaba sesenta y tres años y no albergaba ninguna esperanza de amor). Tras enviudar, cinco años atrás, no se había fijado en las mujeres como tales, solo tenía en mente el recuerdo de su querida Marta.
Pero aquel día fue distinto; desde primera hora de la mañana, su compañera de trabajo Rosa que contaba veintidós años, no hacía más que insinuársele, provocándole con su enorme escote y rozándose con él cada vez que le dejaba algún material sobre la mesa. Hasta que llegó lo inevitable.
-¿Julián, que te parece si esta noche cuándo acabemos, tomamos una copa?- dijo ella con voz dulce y melodiosa.
-Una copa…-Titubeó –Bueno es que yo…, no estoy acostumbrado a beber, ¿no te gustaría ir mejor con Daniel? Tenéis la misma edad y posiblemente los mismos gustos- dijo señalando al chico que estaba en la fotocopiadora.
-Vamos Julián… ¡Que no eres tan carca!, además si quisiera ir con Daniel, se lo hubiese pedido hace tiempo, pero es que no es mi tipo... Anda… solo una copa que no te voy a comer-
Ante la insistencia de Rosa y sucumbiendo a sus encantos respondió:
-De acuerdo, a las diez cuando salgamos te espero en el aparcamiento-
Y allí estaba él, impecable con su traje de chaqueta gris merengo y sus zapatos brillantes de betún; esperando como un quinceañero en su primera cita. Estaba tan inquieto que tuvo que desabrocharse el nudo de la corbata, sintiendo como la ropa le encogía a cada minuto de espera. Cuándo no ojeaba el reloj de pulsera, sacaba el móvil del bolsillo de la camisa y miraba la hora una y otra vez; se le hacía interminable. ¿Cuál era la razón?... Sólo sería una copa y aunque ella le gustaba, seguramente no llegarían a más.
De pronto, un ruido, le sobresaltó. Una moto de gran cilindrada llegaba desde el fondo del garaje, parando en seco delante de él.
-¡Venga, sube!- gritó la voz del motorista, ante su asombro.
Y levantándose el casco, dejo al descubierto su hermosa melena rubia. Era ella.
-¿Aquí?... no es mejor ir en el coche…- Respondió titubeando.
-¿En eso…? Anda, no seas cobarde, con el tráfico que hay nos moveremos en mi Harley más rápido.
El pobre Julián, no tuvo más remedio que acceder. ¿Quién se resistiría?...
Llegaron a un bar cargado de humo y música a todo volumen. Después de tomar tres o cuatro copas Rosa le tiró de la corbata invitándolo a bailar.
Y así seducido por sus encantos, el viudo pasó parte de la noche como un jovenzuelo bebiendo y sudando “a chorro”. Pero la embriaguez, se apoderó de él.
Cuando despertó, le dolía terriblemente la cabeza, se tocó la frente y notó que llevaba puesto un vendaje... ¿Dónde estaba, qué podía haber ocurrido?
Miró a su alrededor y vio a Rosa dormida, tumbada sobre un butacón y con los pies sobre una silla ¡Pobre chica!- pensó.
Al fondo, la tele… dando las noticias de la mañana. No era su casa, supuso que era la de la chica. Pensó un poco y los bochornosos recuerdos llegaron a su mente; Alguien se propasó con Rosa, y él se enzarzó en una pelea como un crío celoso.
Miró de nuevo el televisor, la presentadora, le lanzó una mirada; en ese instante, le recordó a Marta (su difunta esposa) - ¿Pero qué has hecho insensato? - le decía.
Recogió su chaqueta, miró el joven rostro de Rosa durmiendo plácidamente, y se marchó en silencio, mientras pensaba en la escusa de “La próxima vez”.

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